miércoles, 6 de mayo de 2015

Los huesos de Cervantes, de Javier Moreno Luzón en El País




La obra y figura del escritor representan la reencarnación del espíritu hispano. Para una identidad tan discutida y vapuleada como la española, el autor de ‘El Quijote’ es un emblema que sólo ha traído beneficios

Llama la atención esa rebusca de huesos que se traen arqueólogos y forenses en el convento madrileño de las Trinitarias. Pagados por el municipio, llevan meses removiendo osarios y, a falta de un análisis genético, afirman que, entre los restos desenterrados, podrían estar los de Miguel de Cervantes. Ante el comprensible desasosiego de las monjas, aún no saben qué hacer con semejante hallazgo, que ha costado ya más de cien mil euros en tiempos de recortes y ha merecido en los medios de comunicación un seguimiento lleno de detalles necrófilos. En la segunda década del siglo XXI, y con las novedades técnicas pertinentes, se reproducen comportamientos propios del XIX, cuando los despojos de glorias y héroes nacionales sufrían continuos trasiegos. En la España decimonónica se colocaban en monumentos y panteones de hombres ilustres, rodeados de conflictos entre políticos, clérigos y académicos. De hecho, ya entonces hubo búsquedas de la osamenta cervantina.

Cervantes despierta un interés enorme no sólo por su categoría literaria, sino también porque se ha convertido, a lo largo de los últimos doscientos años, en el símbolo indiscutible de España. Más aún, su figura y su obra se erigieron en la encarnación del espíritu hispano, de ese Volksgeist que tantos nacionalistas han buscado en escritores sublimes, capaces de captar el alma de un pueblo y su peculiar forma de ver las cosas, como Goethe, Dante o Camoens. Es decir, en torno a Cervantes y a su gran libro, Don Quijote de La Mancha, cuyo protagonista se confunde a menudo con él, se han generalizado, como advirtió el hispanista Anthony Close, visiones románticas: las que perciben en cualquiera de ellos, o en ambos a la vez, la esencia de la nación. Pocos han dejado de exhibir su orgullo por un autor y una obra reverenciados en todo el mundo, cumbres de la lengua nacional y síntesis de esa civilización transatlántica que se llamó Hispanoamérica, la Raza o la Hispanidad. Para una identidad tan discutida y vapuleada como la española, Cervantes sólo ha traído beneficios.

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